Desarrollo de un Plan para Ministerio – 3ERA Parte

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En las entregas anteriores hemos presentado etapas necesarias para desarrollar un Plan del Ministerio de Niños y Jóvenes que tenemos a cargo. Tomando en cuenta los aspectos que el movimiento Avivemos da a conocer en sus programas de capacitación, hemos considerado cuatro principios que guían un ministerio cristiano: alcanzar, discipular, atender y liderar. También sugerimos la herramienta de análisis interno FODA para ayudarnos a conocer la posición actual del ministerio y la posición a donde queremos llegar.

Con la mirada enfocada en el cuidado que debemos tener al edificar todo aquello que el Señor pone en nuestras manos (1 Corintios 3:10) y atentos a la Palabra de Dios en Proverbios 21:5a “Los planes bien meditados dan buen resultado;…” Recordamos la imagen del puente que mencionamos en la entrega anterior, y pasamos a convertir los resultados del análisis interno en el plan estratégico de la temporada siguiente. Estos resultados son los objetivos que como ministerio queremos alcanzar.

Básicamente, un resultado esperado es un objetivo: el cambio que ocurrirá interiormente en los niños y/o jóvenes, en las familias de su congregación o de la comunidad, gracias al ministerio que está a su cargo. Los objetivos no siempre se encuentran directamente bajo nuestro control, pero siempre son hacia lo cual dirigimos nuestros esfuerzos.

Al expresar los resultados en términos de objetivos éstos deben ser:

  • Específicos: Ya que expresan un único propósito que puede ser definido.
  • Medibles: Que podamos comprobar si hemos cumplido el objetivo.
  • Alcanzables: Deben ser algo posible de hacer por la gracia de Dios.
  • Relevantes: Que sean significativos tanto para los niños y/o jóvenes como para las familias de nuestro ministerio, y así mismo se alinean a la visión general de nuestra congregación.
  • En función del tiempo: Se establece una fecha límite en la que estimamos  se cumplan.

Una vez definidos los objetivos ya podemos empezar a colocar el puente, que es el plan, es decir, ¿Cómo intentaremos conseguirlos?

¿Qué servicios o actividades nos ayudarán a lograrlos? De esta manera concretamos las estrategias,  o cursos de acción para alcanzar los objetivos y la misión. Es el momento del ajuste que se hace  entre los recursos y capacidades internas que tiene el ministerio y las oportunidades y riesgos ya identificados.

Ahora llega el turno de la lluvia de ideas, el equipo ministerial deberá elegir las ideas que implementará a lo largo de la próxima temporada. Para esa elección es importante responder a preguntas como: ¿Quién será el responsable de esta iniciativa? ¿Qué instalaciones se necesitan? ¿Qué materiales se requieren? ¿Quién suministrará cada material? ¿Cuánto será la inversión requerida?  ¿Con quién tiene que coordinarse? ¿Cómo se dará a conocer? ¿Cuándo se realizarán todas las actividades? A medida que responde estas preguntas con su equipo, documenten las respuestas e incluso elaboren un cronograma de cuándo deben llevarse a cabo las tareas.

Otra parte significativa en la elaboración de un plan ministerial, es dedicarle tiempo a evaluar cómo va el alcance los objetivos en algún momento durante el transcurso de la implementación y al finalizar el tiempo estipulado para su ejecución. Podemos utilizar las siguientes categorías para evaluar la eficiencia del plan ministerial:

  • Correcto: ¿Qué estamos haciendo bien? ¿Qué podemos continuar optimizando?
  • Incorrecto: ¿Qué no funciona y qué debería dejar de hacerse?
  • Confuso: ¿Qué podría mejorar si se le prestara más atención, o se explicara mejor, o se aportarán más detalles?
  • Incompleto: ¿En qué no hemos pensado aún? ¿Qué está pidiendo el grupo a nuestro cuidado?

“Si el Señor no edifica la casa, en vano se esfuerzan los albañiles. Si el Señor no cuida la ciudad, en vano hacen guardia los vigilantes”. (Salmos 127:1 NVI)

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