Es determinante considerar que continuamente estamos siendo observados. Como líderes cristianos, sea cual sea nuestra función en la Iglesia, o incluso fuera de la misma, es importante pensar en esto y saber que, queramos o no, estamos dejando huellas en otros. El Apóstol Pablo era muy consciente de esto y sabía que estaba siendo observado y escuchado por muchos. La Palabra de Dios lo deja plasmado en cuanto a su trato y relación con su fiel discípulo Timoteo, a quien en su segunda carta le escribe: “Lo que me has oído decir en presencia de muchos testigos, encomiéndalo a creyentes dignos de confianza” 2.ª Tim. 2:2. Era evidente que Pablo entendía su responsabilidad con Timoteo y con todos los que de cualquier forma se relacionaran con él. Sin duda, tenía claro que estaba dejando huellas.
¿Qué huellas estamos dejando?
En este contexto, la palabra “Huella” significa la influencia o impresión que deja una persona tras su contacto con alguien. Por lo que también nos lleva a pensar que podrían haber huellas buenas y otras no. Por tal motivo es importante detenernos y preguntarnos: ¿Qué huella estamos dejando en las nuevas generaciones de la Iglesia? ¿Estamos realmente dejando en ellos un legado de amor por las Escrituras? ¿Estamos siendo proactivos al sembrar en estas nuevas generaciones la palabra de Dios de forma que puedan recibirla e interactuar con ella adecuadamente? O, tal vez, ¿estamos pretendiendo enseñarles con las mismas estrategias con las que fuimos enseñados y por esto no vemos en ellos los resultados que tanto esperamos?
Una generación que no conoce a Dios
En el Capítulo 2:10 del libro de Jueces dice la Palabra: “Después de ellos vino otra generación que no conocía al Señor”. Esto resulta impactante y hasta preocupante si consideramos que esta fue una generación que por su falta de conocimiento de Dios se entregó a la idolatría y a prácticas pecaminosas que llevaron a este pueblo a experimentar la reprensión de Dios. “Y se encendió contra Israel el furor de Jehová, el cual los entregó en manos de robadores que los despojaron, y los vendió en mano de sus enemigos de alrededor; y no pudieron ya hacer frente a sus enemigos”, Jueces 2:14.
Cuando el Verso 10 dice que esa generación “no conocía al Señor” es bueno reflexionar que la palabra “conocer” denota un acercamiento, una relación cercana, una experiencia personal. Lo que significa que lamentablemente nada de esto se manifestaba en esa generación hacia el Señor su Dios.
Conociendo a Dios a través de la Biblia
La ignorancia de las escrituras es ignorancia de Cristo, lo que quiere decir que conocer las escrituras es conocer a Cristo. Esto es claro. Y frente a esta verdad nuestra consigna debería ser entonces llevarlos al conocimiento de Cristo, proveyéndoles todos los recursos y las estrategias necesarias para que puedan conocerle a través de una interacción bíblica real y transformadora para ellos. A pesar de nuestra “fidelidad” por algunas versiones de la Biblia, existen actualmente muchas opciones, buenas y revisadas, que están disponibles en formatos impresos y digitales y que podrían ser útiles y efectivas para acercar a esas nuevas generaciones a la Palabra de Dios y así imprimir en ellos esas buenas huellas. Esto debería convertirse en algo prioritario para nosotros, pues somos a quienes Dios ha escogido para esta importante tarea.
Nuestro desafío es ver el mundo como ellos lo miran, intentar ponernos en su lugar, desde su perspectiva, donde todo cambia, y ser responsables para actuar en consecuencia según sus necesidades y su realidad. De todas las formas posibles brindarles las herramientas para evitar que por nuestra causa ellos se conviertan en otra generación de la que se diga que no conoció al Señor.